lunes, 7 de octubre de 2013

El redactor como salvavidas de uno de los protagonistas de la noticia


(Viene de la entrada anterior).
PRESENTADOR (Antonio Muro): El árbitro madrileño, internacional y mundialista, Emilio Soriano Aladrén, está siendo injustamente perjudicado por la lucha abierta en el arbitraje español. La necesidad de la actual junta gestora, de ser ejemplo ante la Fede-ración, ha conducido a la indefensión del colegiado madrileño. Soriano Aladrén está apartado del arbitraje por no haber alcanzado la mínima en una de las pruebas físicas, una diferencia de una exigua décima de segundo, que el árbitro superó en idénticas pruebas posteriores.

OFF (Yo): Una décima de segundo tomada con cronómetro manual en la prueba de 50 metros está impidiendo arbitrar al mejor colegiado español, Emilio Soriano Aladrén.

TOTAL 1 EMILIO SORIANO ALADRÉN: No estoy de acuerdo con la manera en la que se realizaron esas pruebas físicas. En esas pruebas físicas, yo entré con un compañe-ro. A él le adjudicaron un tiempo y a mí, un tiempo superior. En la segunda serie, entra-mos nuevamente juntos y a él le dieron un tiempo y a mí, un tiempo superior.

OFF: Tras superar ampliamente el resto de las pruebas, celebradas el 25 de agosto, el colegiado madrileño acusa a los estamentos deportivos de no preocuparse de nada más que de la lucha por el poder.

TOTAL 2: Nadie está tratando de solucionar este tema. Absolutamente nadie. Yo creo que la federación tiene suficientes juicios sobre mi persona, sobre mis comportamientos y sobre mi forma física, o al menos debería de tenerlos, para haber tomado medidas... y en esta situación estamos.

OFF REDACTOR: Emilio Soriano Aladrén, mundialista y considerado como el mejor árbitro español, intentó repetir voluntariamente las pruebas, pero no fue posible.

TOTAL 3: Todo el daño que a mi, personalmente, se me ha hecho de tenerme sin arbitrar, quitarme el Español-Barcelona, un derby, y, desde luego, la imagen ante toda la opinión pública de que Soriano Aladrén no estaba en forma física, ese daño es irreversible. Claro, pienso que ese daño a ellos no les preocupa absolutamente nada.

OFF: No parece que los eternos problemas del arbitraje vayan a solucionarse a corto plazo.

PRESENTADOR: Y el primero que lo ha pagado ha sido Soriano, que el cuatro de septiembre superaba con creces esas pruebas; pero tampoco le ha servido de nada.
 

Emilio Soriano Aladrén se retiró tres años después tras rebasar todos los registros del arbitraje español: 186 partidos dirigidos en Primera división. Las crónicas de su despedida hablaban de un colegiado demasiado parco con los periodistas y él, en su adiós, aseguraba que nunca había buscado a los medios de comunicación, ni para promocionarse ni para rebatir a sus enemigos y detractores. ¡Nunca! Más al contrario, se retiraba presumiendo de saber elegir a sus amigos y a las personas en quien confiar.

¡Cuántas veces un modesto redactor es el mejor y más discreto salvavidas!


El vídeo de la noticia.

(Sigue).

La asignatura de las retransmisiones deportivas: la televisión no es radio


(Viene de la entrada anterior).
La liga había puesto la redacción al rojo vivo. La sección de deportes trabajaba por y para el circo del balón. El fútbol mandaba sobre todos los demás deportes. Casi no dábamos abasto: los entrenamientos del Madrid, del Atlético, del Rayo; los encuentros de Primera y Segunda división, las crónicas previas de los partidos, las retransmisiones, el Gol a Gol... Brotóns traía cada mañana las últimas instrucciones, aprovechaba que estábamos todos y las cantaba tratando de inculcar “buen rollo” con su maliciosa sonrisa. De vez en cuando se reunía a solas con Ucelay, en su despacho o en una mesa apartada. Supongo que hablaban sobre la retransmisión del partido que tocaba el sábado. A veces se ponían muy serios. Creo que, incluso, discutían.

Ángel González Ucelay se encargaba, como ya he dicho, de las narraciones en directo. Tenía bastante buena voz, pero su estilo recordaba en exceso a los comentaristas que pululaban por las radios. Como ellos, hablaba en exceso durante las retransmisiones y contaba cosas que en la televisión no era necesario contar. Su tono y sus formas no dejaban lugar a dudas: era de la escuela de José María García, igual que muchos otros jóvenes periodistas deportivos de entonces. Y, aunque la mayoría trataba de cumplir a rajatabla la orden de sus directores, en el sentido de que se alejasen lo más posible del estilo del Butano, sólo algunos eran capaces de disimularlo.

La televisión tenía —y tiene— pendiente la asignatura de las retransmisiones deportivas. Las nuevas cadenas arrastraron hasta sus redacciones a los periodistas de la radio y estos se llevaron las maneras radiofónicas a la televisión. Cambiaron de medio, pero no de estilo. Casi todos siguieron utilizando en la pantalla el tono alto de la radio deportiva; casi todos mantuvieron la regla de contar permanentemente en qué lugar del campo está el balón; casi todos conservaron el cambio progresivo de la altura verbal en función de los conceptos “campo propio”, “medio campo”, “medio campo contrario”, “área” y “gol”; casi todos continuaron retransmitiendo emoción con la voz en vez de someterse al imperio de los ojos; casi todos olvidaron que vale más una imagen que mil palabras. ¿Excepciones? Sólo una: el periodista de TVE José Ángel de la Casa, que también había hecho radio.

Llegué a escribir todo esto en mi cuaderno de notas con la perversa intención de que Ucelay pudiese leerlo. Pero desconozco si lo hizo.

(Sigue).

Todos contra TVE: una guerra sin armas.


(Viene de la entrada anterior).
El caso es que lo que hiciese o dejase de hacer Telemadrid en el terreno deportivo —futbolístico, para ser más exactos— iba a dar mucho que hablar. Por primera vez en la historia, TVE se había quedado sin los derechos del fútbol y no podía ofrecer ni una sola imagen del deporte rey, excepto las de los encuentros de la selección nacional. El socialista Luis Solana, entonces director general del Ente, mostraba tan poco interés por el balompié que no quiso pujar al alza para renovar el contrato con la Liga de Fútbol Profesional (LFP) y permitió que la Federación de Televisiones Autonómicas (FORTA) y Canal Plus le arrancasen tales derechos. El acuerdo, que se firmó por 19.000 millones de pesetas tras negarse TVE a ofrecer más de 14.000 millones, significaba privar a casi media España de los resúmenes de los partidos de liga. Las Comunidades Autónomas que no dispusiesen de un canal propio de televisión se quedaban sin fútbol. Así ocurría en la mayor parte de Asturias, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura y las Islas Canarias. Excepto en algunos de sus enclaves fronterizos, dónde sí recibían la señal del canal autonómico vecino, no había trazas del balompié. Por eso, tan pronto como se hubo disputado la primera jornada de liga, la España “oscurecida”, que no pudo ver lo que había hecho su equipo, levantó la voz contra la discriminación. Las redacciones deportivas de los periódicos, de las radios y de las televisiones recibieron numerosísimas llamadas de aficionados enfurecidos que pedían a gritos una solución. El director de Deportes de Telemadrid, José Joaquín Brotóns, intentó, entonces, calmar los ánimos con unas declaraciones que publicó Marca, el periódico deportivo con mayor tirada del país:

"Es triste que parte de la población no pueda ver ni una sola imagen de la liga; es cierto que la gran mayoría no tiene problemas, ya que las cadenas autonómicas cubrimos más de 28 millones de televidentes; pero queda un resto cercano a los seis millones que no puede ver los partidos ni los resúmenes de los mismos (...) Es un problema de Televisión Española (...) Estamos negociando y, seguramente, pronto se resolverá el asunto".

Alfredo Relaño, director de Deportes de Canal Plus, también quiso manifestar su opinión en ese mismo medio:

"Me sabe muy mal que parte de la población no pueda ver los resúmenes de las jornadas de liga ni los partidos en directo. Es culpa de Televisión Española, que no mostró interés por el fútbol y se lo dejó arrebatar por las autonómicas (...) Pero tenemos un acuerdo tripartito [Telemadrid, Canal Plus y Liga de Fútbol], que contempla que las televisiones autonómicas puedan vender los resúmenes o partidos a TVE".

El propio José Luis Samper, secretario general de la Liga de Fútbol, se sumó a los directores deportivos de Telemadrid y Canal Plus para arremeter contra TVE:

"Es una grave irresponsabilidad por parte de Televisión Española. Se tiene que acostumbrar a que estamos en una sociedad de libre mercado y que ya tiene competencia. Al parecer, prefirieron dar películas las noches de los domingos a imágenes de encuentros de fútbol (...) Comprendo a la gente que protesta, pero deberían pedir responsabilidades a los responsables de TVE por su falta de visión política y económica, no a nosotros".

Finalmente, la polémica adquirió tonos políticos —en realidad, no tenía otra cosa—, y Mariano Alierta, diputado del Partido Popular (en la oposición), puso voz al malestar que sentían muchos de sus colegas del Congreso y lanzó una pregunta al Gobierno: ¿Qué hay que hacer para ver partidos de fútbol y resúmenes de los mismos en determinadas provincias sin tener que pagar la “cuota”?

(Sigue).

"¿Habéis oído anoche al butano, butanito, butanete...?"


(Viene de la entrada anterior).
Brotóns llegó a media mañana con cara de circunstancias. Cruzó raudo la redacción y desapareció hacia el fondo de la sala. Dos minutos después, volvió, se acercó a la sección de deportes y dijo que teníamos que reunirnos con él en su despacho.

Los doce redactores “deportivos” que estábamos allí a aquellas horas fuimos entrando hasta abarrotar la pequeña oficina del director. Brotóns cerró la puerta, se colocó de espaldas al ventanal que daba a Espronceda, paseó despacio su mirada por delante de nuestras caras y esbozó, por fin, una media sonrisa. Entonces, sus ojillos burlones brillaron como de costumbre.

— Bueno, supongo que habéis oído ayer al butano, butanito, butanete, ¿no?

Nos miramos un tanto desconcertados. ¿Preguntaba si habíamos escuchado el programa de José María García? Yo, sí, como casi todas las noches. Para variar, el Butano, en una de sus encendidas arengas de medianoche, había puesto a caer de un burro a nuestro director, o sea, a él, a Brotóns. Fiel a su belicoso estilo, no había dudado en calificarle de incompetente e inútil, para, acto seguido, responsabilizarle del bodrio televisivo en que Telemadrid —según García— estaba convirtiendo el deporte. Eso, entre otras exquisiteces de las que José Joaquín Brotóns salía muy mal parado como periodista y como jefe de Deportes de la cadena. Estuve escuchándole mientras me hacía cruces y me preguntaba cómo diablos se las ingeniaba García para averiguar todas aquellas cosas que contaba.

Por aquella época, José María García ya había bajado sensiblemente el diapasón de sus comentarios. Una reciente condena de los jueces por injurias al diputado de las Cortes de Aragón y ex presidente de la Federación Española de Fútbol, José Luis Roca; y el posterior indulto “condicionado” del Gobierno, le estaban obligando a medir mucho más sus prédicas y soflamas. Por lo demás, mantenía erguido el estandarte de aquel extrañísimo “periodismo-denuncia”, que le había reportado éxitos profesionales y económicos indiscutibles, hasta convertirle en un líder de opinión incontestable y multimillonario; todo ello, porque su nutrida audiencia —mayoritariamente, de muy bajo nivel cultural— apenas se percataba de que el discurso del Butano derivaba, en demasiadas ocasiones, hacia una estricta, simplista y encendida demagogia. Lo único que no se le podía negar era valor. Lo mismo podía llamarle “payaso” o “chupóptero” a un ministro que “estómago agradecido” o “abrazafarolas” a un dirigente deportivo. Había que tenerlos bien puestos (o ser un perfecto inconsciente) para decir lo que él decía y quedarse tan pancho. Ahí estaba, precisamente, una de las grandes contradicciones de José María García. ¿Cómo era posible que el periodista deportivo que se tenía por el mejor informado del país fuese tan ignorante, tan simplista, tan demagogo, tan esperpéntico a veces?

Brotóns forzó otra media sonrisa. Seguro que en su carrera ya había sufrido situaciones parecidas. Tenía un buen currículo profesional en el que destacaba su relación con la cadena Ser y el prestigioso programa Hora 25 donde, precisamente, había trabajado con José María García (la de vueltas que puede dar la vida de un periodista).

Recogió un par de papeles grapados de la pequeña mesa redonda de cristal y los exhibió en el aire. A continuación, se puso serio:

—¿Quién de vosotros le ha pasado este documento por fax al Butano?

(Sigue).

Reyero, Burgos, los Rubiales, Criado, Ucelay…. ¡una docena de periodistas en el lío!


(Viene de la entrada anterior)
Nos volvimos a mirar con una mezcla de extrañeza e inquietud. Ucelay se mesó el cabello varias veces y sus ojos chiribitearon en extraña mixtura de risa y conmiseración. Abrió la boca y, por unos momentos, mostró sus incisivos superiores, tiznados de un atípico color blanco en la punta; arrugó la frente y miró a los hermanos Rubiales en un gesto que venía a decir: “¿Éste está loco o qué?”. Juan Rubiales, el mayor, frunció el ceño y se atusó el bigotazo negro que aderezaba su poliédrico rostro. Puso la misma cara de póquer que cuando le pedían que fuese a tal o cual evento para “hacer un directo”. Era un tipo decidido y muy echao palante. Por eso, cuando los de Nacional o Local necesitaban informar de un acontecimiento en vivo, llamaban al redactor de deportes en la seguridad de que Juan Rubiales resolvería la cuestión sin sucumbir al feroz nerviosismo del directo. Ahora, fue a decir algo, pero pareció dudar y no llegó a pronunciar palabra. Ramón Rubiales, su hermano, se frotó, mientras, el pequeño y brillante pendiente que portaba en el lóbulo izquierdo (que le había catapultado a la popularidad, porque nunca antes la caja tonta había ofrecido un presentador de informativos con ese adorno). La luz mañanera que se filtraba por el ventanal cubrió sus rizos de tonalidades pardas que recordaban el color de piel que se había traído del desierto africano, cuando regresó de cubrir el Rally París-Dakar. Miró, primero, con displicencia, a su pariente y luego, a Brotóns, que se mantenía a la expectativa.

Reyero, el cabo furriel, permanecía apoyado sobre la mesa circular del despacho con la mirada clavada en ningún sitio y una campechana media sonrisa que indicaba que nada de aquello iba con él. A tenor de su expresión, parecía estar a cientos de kilómetros de allí, tal vez en Seatle, lugar de dónde había regresado tras cubrir los Wood Will Games (Juegos de la Amistad), evento del que Telemadrid había informado con profusión. Le habían mandado allí, entre otras cosas, porque era el que mejor inglés hablaba de la redacción.

A su lado, Julio César Cobos, el redactor del Atlético de Madrid (ya que se ocupaba básicamente de la información del club rojiblanco), trataba de enfocar sus ojos claros, serenos, de mirada sincera, hacia los papeles que Brotóns mecía en el aire. Desde que se había casado, apenas un mes antes, su expresión no había dejado de ser reluciente. Era, sin duda, una buena persona.

También lo era Antonio García, un madrileño de aspecto mayorzote que había vivido los últimos meses en la Comunidad gallega. Cuando le llamaron para que se incorporase a la redacción deportiva de Telemadrid, ejercía de delegado de La Voz de Galicia en Carballo (La Coruña). Resulta que él y yo teníamos amigos comunes en ese periódico. Ahora, miraba furtivamente a unos y a otros como tratando de adivinar quién de entre nosotros era el chivato.

Ángel López Ochoa estaba más serio que nadie, como correspondía a una persona de su veteranía. Este burgalés, a sus cuarenta y muchos años, habría asistido, seguramente, a episodios parecidos antes de que le enrolasen en Telemadrid. Conocía bien al Butano porque trabajaba en Antena 3 de radio de Burgos. Allí tenía, al parecer, un puesto de relumbrón. Pero le ofrecieron un buen contrato y mejor sueldo y no se lo pensó demasiado. Dejó la familia en la capital burgalesa y alquiló un pequeño apartamento en la madrileña calle de Santa Engracia, cerca del trabajo. Y pasó a ocuparse de los temas federativos y arbitrales de la sección. Era el periodista más carroza de Deportes y odiaba tanto hacer salidillas como tener que cocinar.

A su derecha estaba Raquel Criado con cara de circunstancias. La única chica de la redacción deportiva exhibía una expresión de ansiedad sólo comparable a la que mostraba cuando tenía que presentar algún programa en plató. Se ponía muy nerviosa y, lo que es peor, se le notaba. Raquel era, junto con Ucelay, la “especialista” en ciclismo de la cadena. Recordé que, fechas atrás, yo había entrevistado a Eduardo Chozas y el simpático corredor madrileño abrió y cerró la conversación con la misma frase: Muchos recuerdos para la chica de deportes, eh. Sí, Raquel tenía amigos en el ciclismo.

Ante ella, pegado a la pared como una lapa, tragaba saliva sin parar el pelirrojo Fernando Burgos. Su pelo parecía arder encima de un rostro que había tomado el color de la palidez. Fernando, uno de los cuatro becarios de la sección, era un chico listo. Jugaba al fútbol en el equipo de Leganés, su pueblo; y había hecho prácticas en Onda Madrid, la radio autonómica. Eso, unido a su propia inquietud profesional, le permitía dominar con cierta seguridad los intríngulis de la información deportiva y conocer a casi todos los deportistas de primera y segunda fila, nacionales e internacionales. A mí me había salvado la vida un día. Muro me pidió unas colas de un combate de boxeo de Foreman, que había enviado la WTN. Busqué la cinta y monté 25 segundos de imágenes. Menos mal que antes de entregarlas a realización las vio Fernando Burgos; porque yo no estaba seguro de que aquél fuese Foreman. ¡Y no lo era! Así que, Fernando buscó en la cinta de la WTN hasta encontrar al boxeador en cuestión. Luego, yo monté otras colas y así, gracias a él, evité el desastre.

Julio Sanz también miraba sin pestañear, embobado, a Brotóns. Parecía adorarle, a pesar de que tanto él como Muro le recordaban cada dos por tres que tenía que mejorar su locución, su “off”. Y es que Julio Sanz no parecía haber nacido para hablar tras un micrófono. Tenía buena voz, pero leía mal y su entonación dejaba muchísimo que desear. Quizás por eso hacía menos cosas que los otros becarios. Estaba pasando las prácticas casi desapercibido. Era un chico de baja estatura, gárrulo y regordete, un “tripero” como él mismo se calificaba. Cuando íbamos a comer a alguno de los restaurantes de la zona, demostraba ser, efectivamente, un consabido gourmet, “como mi padre”, decía él. Citaba muchas veces a su padre, que trabajaba en Iberia. Deduje, por sus comentarios, que debía de tener un buen puesto. La expresión relajada de Julio era, ahora, idéntica a la que mostraba a diario en la redacción y se correspondía más con un momento de normalidad que con la escena a la que estábamos asistiendo.

Manu presenciaba cariacontecido la función. Se mesaba el cabello y no paraba de tragar saliva. En realidad disfrutaba como nunca; porque siendo tan admirador como era del Butano, el hecho de tomar parte en algo que tenía que ver con su ídolo, significaba, sin duda, un gran acontecimiento para él. Me di cuenta de que estaba morenísimo. Había pasado un par de días en su Torrejoncillo natal (Cáceres) y había vuelto con otro pelaje. Seguro que en esos momentos pensaba en Onda Latina —una radio del barrio de Carabanchel en la que habíamos colaborado los dos—, y en la encendida defensa de García que ambos hiciéramos tres meses antes, en uno de los informativos, cuando el periodista se hallaba a un paso de ingresar en la cárcel a raíz del asunto de José Luis Roca y las Cortes de Aragón. ¡Qué cosas!

¿Y qué decir de mí? Mis sentimientos no eran diferentes en aquellos momentos a los que pueden surgir cuando se participa en el juego de los palitos: el que saca el más corto, ha ganado. Una mezcla de ansiedad, interés y agitación se me arremolinaban dentro. Lo que de verdad me apetecía en aquel instante era abrir mi cuaderno y transcribirlo todo. Me parecía una situación maximalista, pintoresca, apoteósica, grunge, naïf, irrepetible, digna de recordar.

(Sigue).

García a Brotóns: "Deberías saber cómo trabajo yo"


(Viene de la entrada anterior)
Así que, según Brotóns, uno de los que estábamos allí le había filtrado aquellos papeles al Butano. Desconocía qué tipo de información contenían, pero tenía toda la pinta de ser información confidencial, guardada en el despacho de Brotóns, que alguien se había encargado de espiar. A tenor de lo escuchado la noche anterior en Supergarcía en la hora cero, el programa del astro de Antena 3 Radio, aquellos documentos debían referirse a proyectos deportivos de Telemadrid y a cifras sobre el desembolso económico que la cadena estaba dispuesta a realizar para adjudicarse distintas retransmisiones. Al menos, de eso había hablado García.

Ucelay rompió el espeso silencio que se había adueñado del despacho durantes los últimos segundos:

— Oye, y todo eso, ¿es seguro que ha salido de aquí?

Brotóns endureció el gesto y le dirigió una mirada llameante, que apenas duró unas décimas de segundo.

— Joder, ¿a ti que te parece? ¿De dónde sino?

— Vete tú a saber —insistió Ucelay.

Todos dijimos algo, pero nada quedó claro sobre el origen y la autoría de la filtración. El ambiente se fue relajando poco a poco y Brotóns, entre chismes y risas, dio por terminada la infructuosa reunión.

Aquella medianoche, la soflama de José María García sobre los pormenores deportivos de Telemadrid fue mucho más breve que la del programa anterior. Pero, con todo, resultó significativa. Tras referirse a la famosa filtración, arremetió contra Brotóns para advertir: “Que no se ocupe en preguntar cómo ha llegado el documento a mis manos; que no se preocupe en investigar. Él ha trabajado conmigo y ya sabe, o debería saber, cómo trabajo yo”.

Parecía imposible dar un solo paso sin que Gran Hermano García se enterase.

Cuando tiempo después fichó a Ángel González Ucelay, creo que ya habíamos olvidado esta historia.

(Sigue)

Gol a Gol versus Estudio Estadio: maldita comparación


(Viene de la entrada anterior)
La televisión autonómica de Madrid se había convertido, merced a la exclusividad del telefútbol, en el escaparate al que se asomaban cada fin de semana cientos de aficionados y los periodistas deportivos que trabajaban en la capital, tanto los de las radios como los de los diarios. Eso significaba dos cosas: un aumento espectacular de la audiencia y un crecimiento, a veces despiadado, de la crítica hacia el producto que ofrecíamos. No hacía falta que nos mirasen con lupa. Cualquier comparación con el popular Estudio Estadio de TVE era un puro despropósito. Nuestro Gol a Gol de los domingos tenía serias carencias. Existían lagunas en la cobertura informativa y las imágenes de los encuentros, que nos remitían las televisiones autonómicas de turno, eran otro despropósito. Cada una cubría su zona y luego, entregaba, en recíproco acuerdo, las imágenes con las jugadas más importantes del partido o partidos de Primera que se habían jugado en su región y los que correspondían de Segunda y Segunda B. Generalmente, enviaban entre cinco y diez minutos, que apenas servían para editar los tres que duraban los resúmenes (excepto los del Real Madrid y Atlético, que duraban siete; y cuatro, los del Rayo), porque solían faltar jugadas importantes o lances del juego que merecerían algún comentario. El producto que podíamos elaborar con aquello, era, desde luego, bastante pobre.

Las imágenes solían llegar muy tarde, a veces ya con el Gol a Gol en el aire. En numerosas ocasiones, al comenzar el programa, hacia las diez y cuarto, aún no estaba montado ni uno sólo de los resúmenes de la jornada, con la excepción, en su caso, del encuentro o encuentros jugados el día anterior. Los redactores y montadores luchábamos contra el reloj para tratar de ultimar cuanto antes el partido que nos tocaba cubrir (Brotóns los repartía a mitad de semana), y poder cumplir, así, las pautas de una escaleta que, a la postre, casi siempre había que improvisar. Éramos un manojo de nervios a la espera de que las imágenes llegasen por línea interna. Mientras, Brotóns, daba la cara en directo como buenamente podía: presentaba el programa, avanzaba los titulares de la jornada, adelantaba los resultados de Primera y Segunda división, hablaba de los equipos madrileños y de cuestiones polideportivas, entrevistaba al invitado de turno, anunciaba que en breve tendríamos tal o cual resumen y se iba a publicidad. Pero de imágenes de fútbol de la jornada, nada o casi nada hasta bien avanzado el programa. Durante la semana preparábamos varios reportajes de actualidad deportiva en previsión de esta necesidad. El material “enlatado” se emitía en espera de poder ofrecer los extractos balompédicos, que entregábamos a realización espaciados y con cuentagotas. Trabajábamos a toda mecha. Pero el resultado era, desde luego, desalentador.

(Sigue).

Jacinto de Sosa y las cáusticas cuentas de cada domingo a medianoche


(Viene de la entrada anterior).
Para montar los tres minutos de resumen tardábamos, en realidad, muy poco, bastante menos de lo que solía ser habitual en las piezas del Telenoticias. Y eso que se trataba de una labor ciertamente complicada. En el Gol a Gol operábamos de una forma sensiblemente alejada de la típica labor de sincronizar sonido grabado con imágenes previamente editadas. Más bien, se hacía al contrario. El proceso para “fabricar” un resumen era, más o menos como sigue: Una vez recibidas y grabadas las imágenes —que llegaban a una cabina de montaje—, recogíamos la cinta y se la entregábamos al montador que estuviese libre en aquellos momentos (si es que había alguno) para que editase tres minutos con las jugadas más interesantes que teníamos anotadas. Hecho esto, nos introducíamos en una cabina de grabación en la que había un micrófono y un pequeño monitor de televisión. En él, visionábamos las imágenes ya editadas que nos “enchufaba” el operario y, según iban pasando, las comentábamos para completar la grabación. Para ello usábamos los apuntes y notas que habíamos tomado de las radios por la tarde, durante la retransmisión de los encuentros. Teníamos anotaciones del tipo: minuto ocho, fulano entra a mengano en el área y el árbitro entiende que no hay falta; minuto cuatro del segundo tiempo, mengano zancadillea a zutano cuando se escapa sólo y... etc., etc. Y aquí es, por varias razones, donde estribaba la gran dificultad. Primero, porque había que conocer perfectamente a todos los futbolistas (a veces, en pantalla, no se les veía ni el número) con el fin de asegurarse de que la jugada que habíamos editado y comentado se correspondía, efectivamente, con la que nosotros teníamos anotada según las referencias tomadas de los comentaristas radiofónicos. Segundo, porque, a lo mejor, entre las imágenes que nos habían llegado no se hallaba el lance o lances que nosotros habíamos referenciado. En ese caso, los obviábamos, pero, como puede comprenderse, el “resumen” quedaba informativamente tocado o casi muerto. Y en tercer lugar, el comentario, el “off” del redactor, debía surgir en su mayor parte improvisado y había que grabarlo de un tirón sobre los tres minutos editados. Y eso era dificilísimo. Si te equivocabas, vuelta a empezar.

Así pues, los epítomes futbolísticos de nuestro Gol a Gol eran fruto de tres cosas: imágenes arbitrariamente seleccionadas por las televisiones autonómicas, datos tomados de una emisora de radio (Brotóns nos aconsejaba que sintonizásemos Radio Nacional de España, porque era “la que mejor informaba”) y comentarios de viva voz, improvisados por el redactor, que servían para enlazar y explicar las secuencias.

Lo hacíamos lo mejor que podíamos y sabíamos.

Mientras nosotros tratábamos de parar el reloj, los telespectadores, amantes del fútbol, se exasperaban en sus casas esperando ver las imágenes de los goles y de las mejores jugadas de la jornada de liga. Los periodistas radiofónicos, que preparaban sus comentarios en función de unas imágenes que sólo podían ver en Telemadrid, se desgañitaban para hacer sus programas. Hacia las once y pico, cuando las radios emitían sus deportivos estrella, la cantinela era parecida en todas ellas: que si no podían comentar tal jugada polémica porque no la habían podido ver, que si Telemadrid no había mostrado determinadas imágenes, que a qué extrañas horas emitía la cadena el resumen de éste o del otro partido, etc., etc.

El temperamental José María García Pérez parecía sufrir más que ningún otro periodista el caos del telefútbol. Su programa de los domingos incluía La otra liga, una sección ya veterana que dirigía el ex árbitro, doctor en Periodismo y profesor de Redacción Periodística en la Universidad Complutense, Jacinto de Sosa. El espacio era un azote para los colegiados de la liga porque ponía de manifiesto sus errores y dejaba al descubierto la presunta adulteración que sufría el campeonato como consecuencia de los mismos. Aunque, claro, todo esto era muy subjetivo. Dos expertos, también antiguos árbitros, analizaban junto a Jacinto de Sosa las jugadas más controvertidas de la jornada y resolvían por la mayoría de dos a uno si la decisión del trencilla de turno había sido o no errónea y si había determinado el resultado final. Así, tal y como su nombre indicaba, La otra liga hacía sus propias cuentas del campeonato, es decir, elaboraba una clasificación paralela con los puntos “reales” que sumarían los equipos si no se hubiesen cometido errores arbitrales. Por ejemplo, si el Real Madrid ganaba merced a un penalti injusto o inexistente, en la clasificación oficial sumaría esos puntos; pero en la tabla de La otra liga, no. Como consecuencia, al final de la competición, el campeón nacional no solía coincidir con el de La otra liga.

García, de Sosa y sus expertos hacían las cuentas cada domingo tras analizar todas las jugadas polémicas de los diez encuentros de Primera división. Su espacio se había hecho ciertamente popular en campañas anteriores. Pero, hete aquí que intentar sacarlo adelante con las imágenes y los resúmenes que esta vez daba en exclusiva Telemadrid era misión imposible. Porque el canal autonómico, como queda dicho, no era capaz de ofrecer todas las imágenes ni todas la jugadas polémicas. García, que estaba dispuesto a mantener su liderazgo deportivo en las ondas, se mostraba indignado. Lo estaba con los mentores políticos de Telemadrid, con los dirigentes de la cadena, con los jefes de Deportes y con los redactores del área. Y, claro, comenzó a tronar contra todos tan pronto como se inició la liga. A medianoche, el Butano ponía la radio tan colorada como el famoso chándal naranja que vestía en la Vuelta Ciclista y que le había hecho acreedor a tan revelador apelativo.

(Sigue)

Joaquín Leguina permitía que mantuviesen a un jefe de deportes "necio e incompetente"


(Viene de la entrada anterior)
José María García no dejaba a nadie de los nuestros indiferente. Los redactores noveles le temíamos; los más veteranos, asistían a las reprimendas de medianoche con una mezcla de quemazón, socarronería y risotadas nerviosas. Brotóns, por su parte, era el que mejor se lo tomaba: se coñaba a carcajada batiente de su más feroz enemigo y no se cansaba de imitarlo: butano, butanito, butaneteee...¡Ojo al dato, señoreees!

Durante la semana, Manu y yo solíamos salir de la cadena con tiempo suficiente como para poder sintonizar Antena 3 —en el coche o en casa— y enterarnos de los puñales que nos lanzaba García. Sólo citaba a Brotóns, pero sus soflamas e invectivas nos dolían incluso más que si pronunciase nuestros nombres. La crítica era especialmente dura los domingos a medianoche tras el Gol a Gol. Al llegar La otra liga, Jacinto de Sosa comenzaba a lamentarse de no haber podido analizar tal o cual jugada y, entonces, García sacaba la artillería pesada. Su comentario siempre abundaba en las mismas ideas: Telemadrid era un despropósito pagado por todos los ciudadanos, que costaba un ojo de la cara y parte del otro (el presupuesto de la cadena rondaba los 14.000 millones de pesetas); los políticos de la Comunidad de Madrid dilapidaban el dinero al mantener en la televisión autonómica a un jefe de Deportes que era un necio y un incompetente, que no sabía ni valía para ocupar el cargo y que, además, se había rodeado de inválidos; un alto porcentaje de esa culpa correspondía directamente al presidente regional, Joaquín Leguina, por permitir que sus “adláteres” colocasen en el ente televisivo a los amigos. Reyero (al que nunca citaba por el nombre) no era más que un niñato, un enchufado y un paniaguado del poder establecido. Y los otros redactores, unos aprendices inexpertos e ineptos, que sólo eran capaces de elaborar un producto infantiloide, propio de niños.

Nos masacraba o al menos lo intentaba. La radio, insisto, se ponía tan colorada a medianoche como el famoso chándal del supercantinelas.

Las críticas de García me dolían especialmente porque me consideraba uno de sus más fieles admiradores. Hacía muchos años que le seguía y casi le idolatraba: me parecía extraordinario todo lo que era capaz de decir; asombroso que supiese cosas que nadie sabía; prodigioso que ninguna persona fuese capaz de torcerle el morro. Su característico estilo le había servido para superar todos los “records” de publicidad y de audiencia; y para obtener, entre otros, el premio “Ondas” por su programa “El partido de la jornada”; y la “Manzana de Oro”, que le había entregado el político comunista Gerardo Iglesias (porque García así lo pidió). El Butano era, con mucho, el periodista más conocido y nombrado del país. Era el periodista que yo siempre soñaba ser, el profesional en el que quería convertirme al terminar la universidad.

Mi lealtad hacia García había quedado demostrada tres meses antes cuando un fallo del Tribunal Constitucional sentenció que el comunicador debía ingresar en la cárcel. El asunto se remontaba a 1987. En el otoño de ese año, la Audiencia Provincial de Zaragoza había condenado a García a dos meses de prisión por un delito de desacato al acusar a José Luis Roca Millán, ex presidente de la Federación Española de Fútbol y diputado de las Cortes de Aragón, de cobrar indebidamente dietas por importe de 600.000 pesetas. José María García interpuso, entonces, recurso de amparo ante el Constitucional; pero ahora, tres años después, el alto tribunal decidía rechazarlo, lo que significaba que García tendría que cumplir la pena de inmediato. Y no sólo eso: merced al fallo, la justicia reabría otra condena de corte semejante que pesaba sobre el periodista desde 1984. La Audiencia Provincial de Madrid le había condenado en aquella ocasión a dos meses de cárcel por haber llamado “payaso” al entonces ministro de la UCD Pío Cabanillas. La sentencia reconocía, no obstante, la “remisión condicional” de la pena, es decir, que al ser inferior a un año y no tener el procesado antecedentes penales, la dejaba en suspenso con la única condición de que el condenado no volviese a delinquir. Ahora, por lo tanto, García debía cumplir cuatro meses de cárcel.

(Sigue).

El Butano se vuelve a librar de la cárcel


(Viene de la entrada anterior) 
Como he apuntado anteriormente, Manu y yo colaborábamos, antes de recalar en Telemadrid, con la emisora Onda Latina, una radio “libre” que emitía desde Las Águilas, entre Carabanchel y Aluche, y que se escuchaba en casi toda la capital. Manu conducía el informativo “estrella” y yo me encargaba de comentar el tema del día, que aquel 6 de junio no podía ser otro que el fallo del Constitucional y el inminente ingreso de nuestro ídolo en la cárcel. ¡Teníamos que salir en defensa de García! ¡No podíamos consentir que encarcelasen al periodista que más admirábamos! 

Fue casi un informativo monográfico. Manu facilitó los datos, los antecedentes, las declaraciones y las reacciones. García, genio y figura, aseguraba tener auténtico pavor a la cárcel pero, con todo, prefería “estar de pie en Alcalá-Meco que de rodillas en la calle”. También se mostraba dispuesto a retransmitir el cercano mundial de fútbol, “incluso a través de las rejas”. Por su parte, José Luis Roca, el querellante vencedor, declaraba que la sentencia le dejaba “frío e indiferente”. La Asociación de Informadores Gráficos de Prensa y la coalición Izquierda Unida anunciaban que pedirían al Gobierno el indulto para el periodista. En algunos ambientes deportivos se especulaba con la posibilidad de que el Rey Juan Carlos pudiese (y quisiese) mediar en el asunto, puesto que Su Majestad se había mostrado en más de una ocasión fiel seguidor de José María García.

Tras todas estas declaraciones, Manu dio paso a mi improvisado comentario:

<<Tenemos que hablar hoy, irremediablemente, de la justicia española y del caso de José María García ya que, como todos ustedes saben, el popular periodista ha sido condenado a sesenta días de cárcel; y todo ello, por un delito de injurias a la institución de las Cortes de Aragón, un delito que, al parecer, o casi probado, no ha cometido. Pero vaya por delante que no hablamos de nuestro querido y admirado compañero José María García para mostrarle nuestro apoyo y nuestra total adhesión a su causa, que la tiene; no hablamos, digo, porque ello de poco o de nada le va a servir. Creo, sinceramente, que la justicia española ha cometido esta vez una gran injusticia. No se entiende una condena por algo, o a raíz de algo, que no ha sido cometido. José María García ha probado con datos y documentos exhaustivos todo lo que ha dicho en antena. La historia ya es de sobra conocida por todos. Y las propias Cortes de Aragón señalan no haberse sentido injuriadas jamás, nunca, por el periodista. La segunda parte del asunto, esto es, el cobro indebido de dietas de desplazamiento por el diputado de dicha institución, José Luis Roca Millán, ha sido probada con creces. Y la propia justicia así lo ha reseñado. ¿Por qué, por qué, pregunto, se mata al mensajero y se deja libre al verdadero culpable? Creo que en España nadie entiende esta vez a la propia Justicia. Pero, irremediablemente, el admirado José María García va a tener que cumplir una condena de arresto mayor totalmente injusta. Y lo decimos con muy mal sabor de boca porque, queridos oyentes, hoy por él y mañana, por nosotros. Por eso, creo que hoy debe de ser un día de duelo para el periodismo español en general y para cada uno de los periodistas en particular. Ahora, más que nunca, debemos seguir contando las verdades del barquero. Ese será nuestro, sin duda alguna, mejor y mayor apoyo a José María>>.

Puede que no fuesen los dos minutos mas brillantes y mejor expresados de la radio; pero eran mis dos minutos de tributo a García; dos minutos en defensa del héroe, del ídolo, del as de la radio; los dos minutos más espontáneos, sinceros y sentidos de mi, aún corta, vida periodística.

Sin embargo, el juez Federico Ruipérez, titular del juzgado número 27 de Madrid, encargado del Caso García, no llegó a dictar la correspondiente orden de prisión contra el periodista. Más al contrario, se mostró deseoso de no tener que hacerlo en la seguridad de que pronto llegaría una gracia del Gobierno. Y, en efecto, poco después, a principios de julio, el Consejo de Ministros aprobó un indulto parcial y conmutó las dos condenas de José María García por sendas multas de 300.000 pesetas cada una; todo ello, con la condición de que no volviese a delinquir en el tiempo normal de cumplimiento de la pena. El Butano se había vuelto a librar de la cárcel. Para entonces, Manu y yo ya estábamos en Telemadrid.

(Audio del programa de radio: 'adherencia' (sic) y defensa de la causa de García.

(Sigue)

Juan Manuel Gozalo dice que García no creará escuela: “Su estilo nació con él y morirá con él”


(viene de la entrada anterior).

Tenía para mí que José María García no era justo al embestirnos de aquella forma. Cuando le oía, pensaba en Onda Latina y en la modesta pero intencionada defensa que nosotros habíamos hecho de su causa aquel día. Sin duda, nos habíamos equivocado. De cerca, nuestro ídolo se revelaba como un vulgar pistolero, como un matón de las ondas que no respetaba formas ni modos, como un despreciable y anárquico “contador de cosas” que se movía con el único fin de preservar sus propios intereses. No le importaba nada ni nadie más. Lo que él llamaba “su verdad” no pasaba de ser un simple subterfugio para intrigar y mangonear; informar se quedaba en una patraña; denunciar, en un cuento. Poco a poco empecé a ver claras muchas cosas. También entendí unas declaraciones que le había hecho el jefe de deportes de Radio Nacional de España, Juan Manuel Gozalo —otro titán de las ondas— a Manu, que le había entrevistado meses antes para un trabajo de clase. Manu le preguntó su opinión sobre el periodismo que hacía el Butano y Gozalo respondió tajante:

— José María García es mi amigo, pero su estilo no creará escuela. Es un estilo que ha nacido con él y que desaparecerá con él.

García empezaba a esfumarse de mis sentimientos.

La semana del 22 de septiembre, Telemadrid y Televisión Española alcanzaron un acuerdo por el que el canal estatal pasaba a televisar partidos de fútbol en aquellas Comunidades no cubiertas por las televisiones regionales; a su vez, los canales autonómicos se comprometían a ceder imágenes de los diez partidos de primera división a TVE para que ésta emitiese de nuevo el popular Estudio Estadio.

Las turbias aguas deportivas volvían a su cauce. A pesar de García.



(Fin del capítulo V)