jueves, 9 de enero de 2014

Árbitro agraviado busca redactor para explicarse


(Viene de la entrada anterior).

No le volví a ver. Había sido mi primer y único encuentro con Emilio Soriano Aladrén. Por eso me sorprendió su visita aquella mañana; más aún cuando vi que se dirigía directamente hacia mí y no hacia otros redactores de deportes que andaban por la redacción. Su entrada me recordó, de golpe, la ya lejana entrevista del INEF. Habíamos emitido una pieza en el telenoticias y asunto concluido. Pero nunca llegué a saber si la información había sido del agrado del árbitro. Suponía que sí, aunque era lo de menos. Tal vez venía a aclarármelo.

Me saludó efusivamente, como si me conociese de toda la vida. Los compañeros de la redacción miraban interesados y curiosos. No era habitual ver a la gente que sacábamos en los informativos en la propia redacción de la tele. En todo el tiempo que llevaba en Telemadrid sólo había visto una vez por allí a la actriz Maribel Verdú y… Bueno, ésa es otra historia.

Soriano preguntó si podía sentarse y, acto seguido, ocupó una silla contigua a la mía. Dijo que quería contarme algo y yo, intrigadísimo, me dispuse a escuchar.

Soriano reveló que tenía un “pequeño gran problema”: no había logrado superar una de las pruebas físicas preceptivas para poder arbitrar encuentros en el campeonato de liga. El risueño futuro del mejor árbitro del país se había venido abajo en un segundo; mejor dicho, en una décima de segundo, que era la que, al parecer, le había faltado para cumplir el tiempo mínimo exigido en una de las series.

Las pruebas en cuestión eran tres: correr 50 metros en menos de siete segundos y medio, correr 250 metros en menos de 35 segundos y superar el llamado Test de Cooper, consistente en correr 2,6 kilómetros en menos de 12 minutos.

Soriano Aladrén había sobrepasado en una ínfima décima de segundo el tiempo establecido en la primera serie de 50 metros. Esa circunstancia le convertía en un árbitro no apto. Increíble. Él, que presumía de tener tan buena preparación física. Pero lo grave era que, según denunciaba, la marca que le habían adjudicado no podía ser de ninguna forma correcta; porque había entrado a la par que otro compañero y a éste le habían concedido un tiempo inferior al suyo. Decía que alguien de la Federación estaba interesado en que no superase los exámenes del arbitraje. Quién y por qué, no lo sabía.

El asunto tenía miga. Lo mejor era contárselo a Antonio Muro, el redactor jefe, para ver qué se podía hacer. Le fuimos a buscar a su mesa, al fondo de la redacción. Saludó a Soriano y enseguida le pusimos al corriente. En cuestión de dos minutos resolvió hacerle una entrevista al árbitro en la que pudiese contar sus desdichas. Decidido esto, bajamos los tres a la planta baja, llamamos a un cámara, nos sentamos en los sofás azules de la entrada —los que utilizaban los conductores en sus largos ratos de espera— y entrevistamos a Soriano. Antes de empezar, pidieron mi opinión y yo sugerí un par de preguntas que luego le lanzó Antonio Muro.

No se cortó un pelo. El árbitro atacó a los estamentos deportivos y los acusó de haberle causado un daño irreparable; negó la credibilidad de la marca que le habían adjudicado y se lamentó de su situación de indefensión. Pensé que no podríamos emitir aquello antes de contrastarlo con la versión federativa y del Comité Nacional de Árbitros. Los aludidos debían contar con la posibilidad de rebatir o no las palabras del colegiado, a ser posible en la misma noticia.

Al terminar la grabación, Soriano se despidió con cara de alivio y tono de complacencia. Tan pronto como hubo desaparecido por la puerta, Antonio Muro me entregó la cinta con la entrevista y me pidió que montase una “pieza” para el Telenoticias. Iba a preguntarle si era necesario llamar a alguien de los estamentos futboleros para contrastar la opinión del colegiado, pero Muro ya no estaba. Había huido a toda velocidad hacia la quinta planta. Daba la sensación de que el asunto apenas le interesaba.

—Tengo mucha prisa —aún musitó escaleras arriba. 

 Me dispuse a cumplir sus órdenes. Redacté una información y tres cuartos de hora más tarde la noticia estaba lista para ser emitida. Había ilustrado los datos con las imágenes que teníamos de las pruebas físicas y había insertado tres totales de Soriano. Poco después, vi en la escaleta que la “pieza” estaba incluida en la información deportiva del Telenoticias.
(Sigue).