jueves, 9 de enero de 2014

"Hemos venido a entrevistarte"


(Viene de la entrada anterior).
Dejó de correr cuando vio que nos acercábamos y se encaminó hacia nosotros con el mismo paso cansino que usan los deportistas para tomar aliento tras el esfuerzo. Se detuvo, sudoroso, a un metro. Puso los brazos en jarras y nos repasó con la mirada antes de componer un saludo:

— Hola, ¿qué tal? —jadeó mientras tendía la mano derecha.

— ¿Cómo estás, Soriano? —dije al ofrecerle la mía—.

Me miró con curiosidad, sabedor de que yo era el periodista.

— Habéis venido para entrevistarme, ¿no?

— Sí, claro, hemos venido para entrevistarte —asentí.

Estaba un poco deslumbrado ante la presencia del colegiado más famoso del país. Pero reaccioné enseguida.

— Esto… Soriano, ¿quieres tomarte unos minutos para descansar? ¿Quieres que preparemos la entrevista antes de grabar?

— No, no —sonrió y el contorno de sus ojos se cubrió de finos surcos—, supongo que no es necesario; supongo que... bueno, no me pongas en ningún aprieto, por favor.

— No, hombre, por supuesto —dije muy serio.

El cámara resolvió que el mejor sitio para hacer la entrevista era allí mismo, sobre la rojiza pista de atletismo que circundaba la cancha de juego. Soriano se colocó delante del objetivo con el rostro aún enrojecido y sudoroso. Parecía una buena idea que posase así. De esa forma, daría la imagen de hombre esforzado y trabajador, tal y como correspondía a un colegiado de su talla.

Yo me situé al lado del objetivo, entre la cámara y Soriano. Habíamos decidido usar el tradicional micrófono de mano (que no el de corbata).

Soriano respondió durante diez minutos a mis preguntas. Habló de su polémica actuación en el mundial —seguía convencido de que no había cometido ningún error— y se mostró seguro de que no sufriría represalias de la FIFA por el asunto del Holanda-Egipto; comentó el alto nivel del arbitraje español, que, según él, nada tenía que envidiar al europeo; definió como “muy interesante” la temporada de liga que se avecinaba, porque los equipos se habían reforzado “como nunca”; se refirió al estamento arbitral para decir que no estaba tan revuelto como decían algunos; analizó su futuro profesional, que no podría prolongarse en ningún caso más allá de tres temporadas (el Comité Nacional de Árbitros imponía retirarse a la edad límite de 47 años); y presumió de gozar de un más que óptimo estado de forma, que le ayudaría a superar con creces las pruebas físicas para arbitrar en la presente temporada.

Acabamos y Soriano hinchó los pulmones para relajarse.

— Ha quedado bien, ¿no? —afirmó más que preguntó

— Ajá, muy bien.

El cámara y su ayudante comenzaron a recoger los aparatos. Cerré el cuaderno de notas y me dispuse a despedirme. Entonces, el colegiado me sujetó del antebrazo y tiró de mi hacia el césped. 

– Ven —dijo—. Voy a explicarte la jugada del penalti que pité contra Holanda.
(Sigue).